Si hay de algo que no me arrepentiré nunca es de haberme fumado ese canuto.
Os sonará muy yonki, muy de fumado, o lo que queráis, pero sinceramente, me da igual.
Era verano, serían las 4 y media de la mañana y no podía dormir, ya había visto mucha tele y el tuenti me rayaba (apartemos el echo de que en mi cuarto no tengo ninguna de las dos cosas y en mi casa a partir de las 12 se deja el ordena, y a partir de la 1 y media más o menos el salón).
Lo normal que hago es ponerme a imaginarme "mi vida perfecta" tengo que decir que a mí me va la marcha, imagino tiroteos, historias de venganza imposibles y todo tipo de cosas, la mitad de la culpa la tiene la tele y la otra internet. Cuando me di cuenta de que no servía para dormir esa vez, me fui a la ventana de mi cuarto, me hice un hanselo y me lo fumé disfrutando de la brisa fresquita tan cachondona que hay por las noches de verano.
Esto, es la parte que más hace pensar "colocada de mierda":
me metí en el fondo de mi alma, me adentre en mis miedos, en mis inseguridades, en mis defectos, y en mis sueños. Hasta que toqué la fibrilla exacta de mi mente y pensé
"Que cojones! ¿pero qué va a durar para siempre? ¿qué es lo necesario? ¿sin qué no podría vivir?"
Todos deberíamos ponernos en el alfeifar de la ventana por la noche, y miéntras miramos las estrellas colocados preguntarnos sobre nuestra vida, sobre qué es lo importante en tu vida, que te llena y que llenas.
Porque así es como te das cuenta de verdad de qué merece la pena y que no, una buena ostia de realidad no le viene mal a nadie, y si en ese momento está solo, rodeado de mucha gente, lo sabrá. Si tiene que apartar del todo a alguien de su vida, lo sabrá. Simple y llanamente sirve para que te des cuenta de que merece la pena y que no. Con quienes te ves dentro de veinte años tomandote un café o unas cañas. Con quienes no volverás a tener ningún momento único. Y cosas por el estilo.
En ese momento, hice balance de lo que emrece la pena y lo que no. Por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario